Las palabras se gastan

Maestro José Juan Dávila Sota 
Consejero Técnico, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. 
 

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 Julio 1999

Las palabras se gastan. De tanto usarse pierden su sentido, cuando nadie les hace caso, dejan de evocar algo concreto, se vacían de significado. Por eso, ante la respuesta del doctor Barnés al Consejo General de Huelga y la reacción de éste, urge cambiar de lenguaje. Los llamados al diálogo y la concordia han sido inútiles y esas palabras ya no significan nada. Ahora, las partes en conflicto (nunca han sido interlocutores), tienen que pasar a la negociación; tanto la fuerza como la utopía deben ceder su lugar a la política, que es el arte de lo posible. Los contendientes, antes de que se vuelvan enemigos, tienen el deber de negociar con seriedad, preparados para ceder y también para hacer política y ganar lo mejor (que nunca es todo) para la Universidad y para el país. Para lograrlo, urge que usen la imaginación y la razón, escuchen al otro y le presenten alternativas factibles, que permitan dejar de decir simplemente no a todas las posiciones del adversario.

Después de negociar, la discusión debe abrirse a toda la comunidad universitaria y a todos los sectores sociales interesados, pues ya ha quedado claro que el conflicto universitario va mucho más allá de las cuotas; involucra al modelo educativo nacional, y por lo tanto al modelo del país que nos traerá el futuro. El debate será, irremediablemente, político, pero en la U. N. A. M debe partir primordialmente de lo académico y llegar a las reformas consensadas que requiere nuestra casa de estudios.

Esta contienda es el delantal (decía Quevedo en lugar de prólogo) de la elección presidencial más importante en la historia de México. Si los universitarios pueden resolver su conflicto con éxito, evitarán que desde fuera se les impongan soluciones ajenas, prepararán el camino para una elección más civilizada y ayudarán a lograr una transición que, también, conduzca a una mejor educación para todos. Finalmente, si el Consejo Universitario, en su próxima reunión, no asume el papel de legislador que le corresponde según los ordenamientos vigentes, se convertirá, él también, en parte beligerante. Para evitar este peligro el Consejo debe consultar a toda la comunidad sobre la iniciativa del rector y debe deliberar profunda y ampliamente antes de aprobar cualquier ordenamiento que pueda, con otro ropaje, mantener o empeorar la situación actual.
 


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