Ultras decimononos

Eduardo Flores Clair
 

*El jardín de los cerezos agradece a Eduardo Flores Clair  su autorización para publicar este documento, que originalmente se distribuyó en la lista de discusiones h-mexico.

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 Agosto 1999
En la profundidad de los archivos de la Secretaria de Gobernacion encontré esta carta que me parece muy reveladora para la situacion que vive actualmente la universidad. Por ello, me parecio importante dar a conocer estos hechos y reflexionar en torno al discurso del director del Colegio de Mineria de 1852 y las enormes semejanzas con nuestra actualidad. EFC


Al Sr. don Miguel arroyo, oficial mayor encargado del despacho del Ministerio de Relaciones.

Tengo el sentimiento de dar a vuestra señoría noticia de un suceso gravísimo que ha ocurrido en este colegio de mi cargo, en la noche del día de ayer.

A las seis y media de la tarde condujo un criado el oficio señalado con el numero 1, en el cual los alumnos me pedían licencia para salir por la noche, e inclinado yo a concedérselos, iba a penas a llamar al Sr. prefecto para acordar con el los medios para que los alumnos no faltaran, abusando de esta concesión, a la asistencia a las solemnidades de hoy, como era un deber hacerlo, especialmente habiendo invitado al colegio, para el efecto el Sr. gobernador del Distrito, cuando recibí un oficio del mismo Sr. prefecto, manifestándome la insubordinación que notaba en los colegiales y su resistencia a estudiar porque aun no se les otorgaba la licencia. Este documento tiene el número 2.

Convencido yo de que toda la moralidad se perdería en un establecimiento de educación si las gracias se obtuvieran por medios tumultuarios que presenciaba y amenazando a los colegiales con dictar otras medidas, concluí negándoles la licencia. Irritados ellos porque no encontraron con la debilidad que se prometían, han cometido los escandalosos atentados, que constan en el parte del Sr. prefecto, que lleva el número 3 de los documentos.

El colegio presenta un espectáculo de destrucción y los atentados hubieran sido mayores, si el Sr. prefecto no los hubiera evitado. He hecho llamar al juez de la manzana para que certifique los daños causados al edificio.

Pense ocurrir a la fuerza armada para restablecer la subordinación, más receloso de que su presencia causara alguna dignación, me reservé para dictar en el día las medidas que sirvieran para el restablecimiento del orden.

He permitido a los colegiales su salida en este día, a pesar de que con su conducta se han hecho indignos de toda consideración, para no precipitarlos a cometer nuevos crímenes, y verme precisado a obrar con violencia, más les agregué que no volvieran hasta nueva orden, para dar lugar a que calmen sus frenéticas pasiones, y a que yo pudiera recibir las ordenes del supremo gobierno.

Los alumnos pedían una gracia que ni aun se les había negado, más aun cuando así hubiera sido, estaban obligados a obedecer a la autoridad y no podían sobreponerse a ella, faltándole al respeto y propasándose a hechos tan vergonzosos que ni en una cárcel o presidio se tolerarían.

La violación de los principios de obediencia, el desacato contra los superiores, la perpetración de hechos vandálicos, que denotan una intención maligna y fines depravados no pueden convertirse en un establecimiento que ha formado la nación y protegido el gobierno, para que sea no solo plantel de ciencias, sino escuela y modelo de buenas costumbres.

Apoyado en estas máximas que son el apoyo del buen orden, hubiera ya acordado el castigo de los que aparezcan motores principales, sino pareciera mejor obrar conforme a las órdenes del Exmo. Sr. presidente, para excluir hasta las apariencias de pasión. Explicaré sin embargo mi opinión de que los alumnos que después de una circunspecta averiguación resulten haber sido los motores del escándalo, sean expulsados del colegio y que los demás paguen la reposición de los daños causados al colegio, que se vio en riesgo de ser incendiado, porque no falto quien lo propusiera.

Todos los superiores de este establecimiento me han hecho advertir que en la juventud hay grandes indicios de propensión al desorden que es indispensable reprimir para bien de las familias y de la sociedad entera.

Sírvase V. S. recibir y comunicar las órdenes del E. S. presidente en el concepto de que he suspendido la admisión de los alumnos en el colegio hasta la resolución del superior gobierno.

Renuevo a V. S. las protestas de mi antigua consideración y afecto.

Dios y Libertad, México, septiembre 16 de 1852.
José María Tornel.
 
 

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